Hubo, en algunos momentos de mi desordenada y confusa vida, la intención sana de enderezar tan torcido árbol, de enmendar tan oscuro pecador, de regresar al río por un caudal de donde brote orden, equilibrio, sobriedad, como promesa de un futuro no empírico, sino concienzudo y metódico. Sin embargo, es muy difícil ir en contra de la naturaleza y reconozco, vencido y cabizbajo, que no pude.
En esos trances de superación mediática estaba consciente de que los cambios debían ver su nacimiento desde lo simple, lo insignificante, para llegar a un modelo complejo y completo. Para que sea significativo y que perdure debiera ser 'de raíz'. Con esto en mente, mis costumbres más básicas sufrieron ciertas variantes: Temprano, con mi hermano, desayunábamos un jugo de naranja y unos sandwiches de pollo, algo sano ante la abundancia de grasa y comida chatarra que acostumbraba ingerir, ¡Salve Bembos! ¡Salve KFC! A la computadora que usaba en la oficina le dediqué un orden -digamos- ...particular, que nadie entendía, pero al fin y al cabo, un orden. En mi departamento, ordenaba, antes de dormir, la ropa destinada a usar al día siguiente, es decir, colocaba la camiseta en el respaldar de una silla, mi pantalón y la ropa interior dentro de este, encima de la misma silla, y las medias dentro de los zapatos, zapatillas o lo que pensase a usar. Ya nada dejaba al azar. Los días debían estar programados y yo estaba preparado para cualquier percance.
Una llamada temprano a mi celular me despertaba por la mañana.
–Cabezón (así me dice mi hermano desde que tengo uso de razón -ojo, no lo soy-), estoy mandando a la china para que te recoja. Anda al banco y habla con Susan para que veas lo de la cuenta corriente.
En ese momento me levanté abruptamente para tomar una ducha y cambiarme velozmente antes de que llegase Yérika a recogerme en su moto. Saqué interiores limpios, me puse la camiseta y el jean que estaban sobre la silla a tiempo para cuando vino a recogerme.
No había mucha gente en el Banco felizmente, por lo que en poco tiempo ya estábamos sentados en el escritorio frente a Susan, en Plataforma, para poder acelerar el proceso de la cuenta. Ya había pasado algo de tiempo para cuando la China se levantó impresionada...