Uno de mis primeros trabajos en el ambiente publicitario fue en una realizadora de audio llamada Contempo studios, la que por la poca madurez de sus socios y pese a los buenos resultados de su trabajo, hoy ya no existe. Un problema de faldas, soberbia y vanidad, derrumbó un muy prometedor abastecedor de audio de calidad. La creatividad, ingenio y conocimiento en la música, la locución, el canto y el guión de los participantes no fueron suficientes para llevar ese intelecto a la administración del mismo.
Era pues que en aquellas épocas saliese de vez en cuando con Giusepe, un pata de reducida estatura por herencia familiar con un carisma muy contagiante. Yepeto, como lo llamábamos de cariño, en sus andanzas de casanova, había conseguido un auto como consecuencia de sus conquistas a la tercera edad: Una señora de madura cronología le concedía el uso de su auto y por supuesto, su cuidado. Nadie hubiese dudado que el coche fuera de él, estaba en sus manos todo el tiempo.
En una ocasión, mientras aprendía a manejar, quedamos en salir con sus amigas, mejor dicho que lo acompañe en la conquista que se había propuesto. Su víctima no iba a salir con él si no era con una amiga. Ante la apremiante situación, accedí a acompañarlos con la condición, con la garantía de que la amiga perteneciese al género humano. Ya había atestiguado a Yepeto en comunicaciones intergalácticas.
El auto blanco llegó a las puertas del estudio a tiempo, a eso de las 10pm, Yepeto me presentó a su víctima y luego de sentarme en el asiento trasero fuimos en busca de la amiga. No podía quejarme, era atractiva, sin embargo desde lejos noté cierta indisposición, cierta incomodidad de su parte. Subió al auto, se acomodó en el asiento trasero, a mi costado, y con un hola saludo a todos los presentes. Mi incomodidad se acrecentaba a medida de que su indiferencia para conmigo se hacia más obvia, poco a poco noté que mi presencia, metro ochenta frente a su metro y ....algunos centímetros más, era prácticamente imperceptible. Si no fuese por algunas intervenciones de Yepeto y su pareja me hubiese quedado dormido. Hubo un momento en que dejamos de hablar, todos, mientras se buscaba un lugar donde estacionar. El silencio se había apoderado de nosotros, todo estaba calmo cuando de pronto, sin entender el motivo, un ligero sonido me dejó totalmente quieto, salvo mis ojos que independientemente del resto de mi cuerpo, implacable se movía a toda velocidad en torno al grupo buscando una respuesta que disipe mi duda. "Sorry, gas", fue la respuesta indiferente que con un cinismo de escritorio, mi acompañante dejó sentada la poca importancia del hecho. Yo, aún atónito, no por el accidente sino por la indiferencia, me mantuve en el rincón del auto observándola conversar ya de otro tema dejando el mal momento muy atrás
Comprendo que un hecho fortuito como este le puede pasar a cualquiera, y no tiene real importancia, y aunque es ideal la indiferencia por lo natural del hecho, me costaba creer la naturalidad de su reacción. Normalmente verías a una chica roja de vergüenza, algunas disimulando el accidente dejándolo atrás y otras incansables pidiendo disculpas por el infortunado accidente. Tal vez mi incredulidad se debía a un escaso roce social o tal vez a una educación desactualizada. Debo confesar, que después de eso, mis motivaciones por romper el hielo y hacerme visible ante ella cesaron casi inmediatamente, la distancia era la opción en la que me sentía más cómodo, tal vez, fue un error el darle la importancia que ella no pareció darle al hecho, tal vez esa sensación poco agradable era hipócritamente mal puesta ya que había antes y después de esto, atestiguado otros accidentes nada accidentales de otras personas.
Como era la costumbre de todos los de la oficina, bajamos a la playa, repleta de autos y gente, a tomar unas cervezas y jugar fulbito de mano, no sé si debido a mi mediocre habilidad en el juego o al simple buen momento que pasamos, que la distancia y el muro poco a poco fueron diluyéndose entre risas, para nosotros dos.
Fuimos a dejarlas a casa; de risas y abrazos no me excedí, aunque creo no haberlo deseado, no estoy seguro; a pesar de todo, fue una buena noche y la pasé bien; tal vez la incomodidad y distancia inicial que ella marcó estuvo relacionada con el accidente, tal vez esa indiferencia era la distancia generada por alguna molestia estomacal, no lo sé, pero de lo que sí estoy seguro, es que esa fue una de esas noches únicas, imposibles de olvidar.
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ooohhhh jojojo que maleada la flaca.que loca!!!peor si no conoces a la gente cómo va a hacer eso!!!!ves marquito por elegir mal? jaja. besitos
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