Hasta hace no mucho, durante el clima de efervescencia causado por el Conflicto entre Chile y Perú en la Haya, una carta causó revuelo en las esferas políticas y sociales en el Perú. Dicha publicación causó malestares y condenas a lo largo y ancho del territorio nacional, desde autoridades, medios, hasta de la sociedad civil, a través de las redes sociales, en una suerte de chauvinismo patriotero que, como siempre, linda más con la pasión que con la inteligencia y que suele obstaculizar una percepción clara de la realidad.
Álvaro Vargas Llosa recibió duras críticas, improperios y demás, por haber escrito una carta pública a Torre Tagle que no responde a la verdad común en el Perú, por transgredir el consenso popular, por haber escrito, según una gran cantidad de personas y autoridades, un documento que no responde a la causa de todos, es decir, por ir en contra de los intereses de la patria. El hijo del nobel ha sido condenado, por tarado, pro chileno, desleal, desubicado, inoportuno e impertinente, y hasta por traidor, entre otros adjetivos de variados calibres, al más severo y generalizado rechazo: Alvarito, como suelen llamarlo despectivamente, ha sido condenado por hereje.