promesas, el último recurso

Todos, como seres humanos, estamos sujetos a errores de todo calibre; desde aquellos insignificantes que se resuelven con un simple beso, los medianos que requieren una larga y acalorada discusión, los graves que muchas veces provocan un descanso y espacio forzado entre ambos, por lo menos un tiempo, y los reiterativos, que pese a no necesariamente ser graves, la acumulación de estos, sobredimensionan puntos que los convierten en una dantesca mochila sumamente pesada por sobre los hombros que te grita al oído no muy sutilmente como círculo vicioso cual infierno: Castigo Eterno!.

Muchas veces, ante la saludable opción de decidirse por una segunda oportunidad, tal vez pensando en lo que pudo ser o por el peso memorial de los buenos momentos, o por sencillamente creer que vale la pena, después de una separación casi definitiva por los errores acumulativos o los graves que adormecen y hasta llegan a devorarse las emociones que sirvieron como motivación de unión como parejas, brotan como sauces en el jardín, robustos, garbos y gloriosos, las benditas y tan reconfortantes y esperanzadoras..., cual cuestión de fe tipo credo que, más allá de una sapiencia con bases de cordura, se debe más a una irracional búsqueda de lo que los unió, ...Promesas: el último recurso.

Son una serie de artilugios y compromisos fantásticos y casi imposibles de concretar, que lejos de tener como objetivo su enfocado cumplimiento, buscan ser la herramienta que evite la castración total de toda posibilidad de reconciliación; es decir, que como lisonja no es más que una falacia pitonisa de lo que por ausencia de convicción no se está resuelto a honrar, es una mentira de cabo a rabo, a veces consciente y a veces, para defensa del acusado, inconsciente; y siempre acompañado de las palabras mágicas, "te juro no va a volver a pasar". Más allá de esta oración que sola está por demás decir no se va a cumplir, viene acompañada de otras, como valores agregados para así asegurar una feliz reconciliación para por lo menos intentar que la segunda oportunidad no será tan fácil dejarla pasar; por ejemplo, cuando son los celos una herramienta que se puede convertir de desgracia a favor del o la culpable, "si quieres puedes salir con otras mujeres!", quién no aceptaría tal acuerdo?!, JA!, pero lejos de querer aprovechar la oportunidad que aquel compromiso conlleva, al cabo de un tiempo, un mes a lo sumo, y sin que uno se de cuenta, no sólo que salir con otras mujeres significa ya la muerte voluntaria sino que los mismos sofocantes celos vuelven a hacer presencia con el mismo hostigamiento que antes cual soga en cuello. No es que piense se deba honrar dicho acuerdo y arrasar cuanta fémina se cruce al frente con el consentimiento de una compañera, pero digamos que si se es consciente cuál es el motivo del problema, reincidir en una vuelta a la acalorada tierra de Mefisto, con sólo un pequeño e insignificativo lapso de tiempo, descansado y tranquilo, pues es absurdo: esas promesas jamas van a ser honradas!, si alguna vez oyen "te juro, no va a volver pasar", sobre algo que compromete su forma de pensar y comportamiento habitual, el quedarse es sólo un muy intencional y consciente suicidio, solo resta, levantarse sutilmente ver la primera salida habilitada y dejar el record del jamaiquino Usain Bolt, por los suelos.