En abril del 2005, tras el fallecimiento de Karol Wojtila, en ese momento papa Juan Pablo II, el alemán Joseph Aloisius Ratzinger fue elegido como su sucesor. El 19 de ese mes el 265avo papa, bajo el nombre de Benedicto XVI, asumía sus nuevas funciones. Ratzinger, a diferencia de Wojtila, mientras estuvo en el cargo fue víctima de las más duras burlas y cuestionamientos por parte de detractores de la iglesia, e incluso también de miembros de la misma institución que dirigía, tal vez por su rostro duro tan distinto al de Juan Pablo, tal vez por una visión doctrinaria propia de la edad media, tal vez por su desinterés por reducir distancias para con las demás iglesias, tal vez por una serie de escándalos de Pederastia Santa que con el cargo heredó y que lo llevaron incluso a ser denunciado por una asociación de víctimas ante la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad, o tal vez por los reiterados cuestionamientos a las finanzas del Instituto de Obras Religiosas (IOR), más conocido como el Banco del Vaticano, quien administra cerca de 33 mil cuentas relacionadas con la iglesia alrededor del mundo, tal vez porque nunca pudo resolver la crisis en la que la iglesia se ha visto sumergida, o tal vez y nada más que por la falta de ese carisma que nunca heredó de su antecesor, carisma que exculpó a Karol, aun hoy y como con la mismísima mano de Yhvé, de su legado. No todo se hereda.
La renuncia
El pasado lunes 11 de febrero, para sorpresa de propios y extraños, Benedicto XVI, el papa, anunció en latín que ejercería sus funciones hasta el próximo 28 ¡El papa había renunciado!
"Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecúan por más tiempo al ejercicio de mi Ministerio. Con total libertad declaro que renuncio al Ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro"
papa Benedicto XVI11 de febrero de 2013