Dentro de un clima gris, no sólo político sino climático, el 28 de julio, como cada año, amaneció con brillo y luz, como auspiciando la posibilidad de un mejor estado ¡Claro! Cada 5 años el clima promete lo mismo y nada.
Hoy, la fiesta acabó, ya no se ven en los televisores imágenes con un final rojo y blanco ni se oyen, mano en pecho, los Feliz 28 o Felices Fiestas Patrias. Ya terminó también la avalancha de música criolla que parece ser oída en los medios sólo en julio y tampoco están abarrotadas de gente avenidas como Larco, Pardo o Jr de la Unión, el espíritu patriótico se guardó como todos los años esperando emerger el julio que viene. Pero en nuestra memoria, entre cejas, en nuestra retina, con merecidos aires nostálgicos, no está el discurso presidencial ni la parada militar, no está la solemnidad de la ceremonia, ...no ¡Qué va! Para este año la historia nos esputó otra verguenza, un show de bar, un café teatro, una callejonada, una majadería soez. Mientras atentos los peruanos por televisión, invitados internacionales al frente y las bancadas del Congreso alrededor, se mantenían oyendo y analizando las palabras del presidente, sus aciertos, errores o carencias, un molesto y sonoro zumbido, obtuso, inoportuno, de tono incómodo, se mantuvo por casi una hora desde el inicio de la ceremonia hasta casi el final del discurso presidencial. Era pues que ante la juramentación de Ollanta Humala, en la que mencionara el espíritu de la Carta Magna anterior, una constitución en la que él cree, pero sólo el 80% de ella está en uso bajo otro título, Martha Chávez, congresista del partido Fuerza 2011, la misma bancada que promovería la actual Carta Magna, se levantó de su curul indignada interrumpiendo, cual mercado, la ceremonia con sus molestas molestias mientras el presidente transmitía sus iniciativas al Perú.