Demasiados minutos, demasiados villanos, demasiado dilema, demasiados sub-tramas, demasiado romance y hasta un título demasiado largo para hispano-américa ("El sorprendente Hombre Araña 2: La amenaza de Electro").
Esta segunda entrega del arácnido tiene de todo, y de todo tiene demasiado, innecesariamente demasiado. Lo que en la primera entrega fue un arriesgado acierto, en esta, Marc Webb lo ha convertido en su propio obstáculo. La disyuntiva entre cumplir una promesa o seguir con ella, entre retenerla o dejarla ir, entre saber y no saber quién fue realmente su padre, entre ayudar a su mejor amigo -de quien también tienen que tomarse su tiempo para explicar y dar sentido a la relación- y empeorar su condición o dejarlo como está, así como su relación con la tía May. A estos conflictos internos, se suman aquellos externos encarnados en tres villanos, que en mayor o menor medida no terminan de desarrollarse. La frescura que Andrew Garfield y la buena química que mostrara junto a una encantadora Emma Stone en la primera propuesta de Webb, mezcladas con las muy forzadas idas y venidas que abundan en su segunda parte, terminan empalagando una química que ya había resultado y que funcionaba, entorpeciendo absurdamente el dinamismo de la película, en una redundancia que no aporta -¿Acaso no bastaba con los interminables cameos de Denis Leary para evidenciar el tormento que padecía Peter por su decisión?-.