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domingo, 13 de diciembre de 2009

agresión ambiental


R era una chica correcta y educada bajo dogmas verticales que mantienen la distancia entre lo protocolar y la informalidad. Las líneas bien definidas entre lo íntimo y lo que se pueda compartir ya sea entre una amistad de años llena de confianza o una relación de pareja. Ella era incapaz de evidenciar a manera de circo alguna incomodidad o ser autora confesa del mismo, así ésta sea consecuencia de una situación que escape a su control. Siempre maquillada, siempre bien vestida...

Eran aproximadamente las cuatro de la tarde para cuando, como habíamos quedado, la acompañaba a hacer unas compras -actividad que no siempre es del agrado masculino, ya que las féminas, en su delicado andar, acostumbran recorrer hasta el mínimo detalle el globo terráqueo comparando precios, calidad, durabilidad y gusto, para volver, casi siempre y como ciclo habitual, al lugar de partida y comprar el primer artículo que tuvo frente a sus ojos, dejando sin sentido los latidos y el dolor de los inocentes sacrificados: los pies-. Primero, fuimos a una casa de cambio, para convertir los dólares que tenía en mano a soles y no complicarnos en las compras. El lugar era pequeño, estrecho; con un piso brillante de color ocre que hacía del ambiente aun más pequeño. Un muro y una reja que protegiese a quienes mueven dinero constante, separaba al personal administrativo de los clientes. En la cola, antes de nosotros, había una señora y al costado un señor de aspecto humilde que parecía hacer un poco de tiempo mientras conversaba a distancia, con algo de confianza, con el personal: creo era un conocido limpia autos de la zona. Yo, ante la demora, salí del local, un paso afuera, para fumar un marlboro mientras ella permanecía en la cola. Al terminar entré, justo cuando la señora salía y R era atendida. De pronto, un aroma irregular, agresivo y nauseabundo, a paso lento pero seguro, se apoderaba impunemente del pequeño ambiente. El aroma de facto ya era imposible de ignorar; R, delicadamente elevó su mano y con cierta sutileza evitaba al hiriente olor ingresar por sus fosas nasales, con un ligero comentario, "huele feo ¿no?". Mis ojos llenos de odio e impotencia no dejaban de observar a nuestro verdugo como exigiendo explicaciones. Mi vista, con evidente tono de molestia, estaba clavada sobre los hombros de ese humilde tipo que parecía, con una grosera indiferencia, ignorar lo que sucedía. Me era difícil entender cómo aquel menudo hombre que evitaba mi mirada y disimulaba con poco tino su gastroaccidente podría contener en su pequeño estómago tal cantidad de veneno que parecía no desvanecerse nunca.

Por fin, salimos del lugar. No podía abandonarla dentro, por lo que estoicamente me mantuve a su lado, y ella no podía tampoco huir ya que su dinero ya estaba dentro del trámite de transacción por lo que debimos completar el padecimiento hasta tener los soles en la mano. Luego del impasse, recorriendo las tiendas, entramos a una en la siguiente cuadra; una de ésas llenas de productos para la mujer que por alguna extraña razón que aun no comprendo los llaman productos de belleza -las prefiero con poco o sin maquillaje-. Vitrinas y espejos llenos de tintes, maquillajes, polvos, ampollas, y demás artilugios que las convierten en algo diferente. En ese establecimiento, de tamaño regular, circulaban unas tres mujeres y una pareja observando los productos mientras que parte del personal aseaba o atendía. R se inclinó por una ampollas para el cabello, unas cremas y no sé qué más y fuimos hacia el mostrador, al costado de un muchacho que esperaba a su chica decidirse -calvario general de quien decida acompañarlas a comprar, bajo su propio riesgo-. De pronto, y como una cruel burla de torturas recicladas, el ambiente se volvió nuevamente a ornamentar con una carga olfativa; pero no era cualquiera -ésas que en su fugaz estadía pasen desapercibidas- no era tampoco una común, era la misma de hace un rato; imposible repetir al detalle tan nauseabunda obra, en calidad, cantidad y durabilidad. Volteé la mirada desesperadamente de un lado a otro en busca del tipo ése que nos había puesto en una cruel situación anteriormente, tal vez para recriminarle la reincidencia en su tortura, la constancia a sumergirnos en una suerte de hedor eterno, pero no, el minúsculo hombrecito no estaba presente ¡ni rastros! Regresé sorprendido la vista a R, que con disimulo, y pretendiendo no percatarse de ningún aroma incómodo, atravesó la ráfaga rumbo a la caja a cancelar los productos elegidos.




Recordé el discurso que un compañero de mi madre, cuando niños, expuso en plena celebración del día del maestro ante todo el alumnado, la plana docente, los padres de familia e invitados, que alegremente y en confianza con algo de rubor Mamá había contado

"En este mundo de mierda
de cagar nadie se salva,
caga el rey, caga el papa,
y de todos ellos,
sólo el gato lo tapa"

Fue un momento en que las palabras que R había mencionado al salir de la casa de cambios perdían inocencia, "huele feo ¿no?" ¡Bien que había sido tu poto!


9 Miradas :

el anónimo polémico dijo...

Jajajajaja pobre, seguramente comió una de esas combinaciones criminales que han inventado últimamente los grandes chefs de la comida peruana al paso: las carretillas.

Un amigo mío sufría (o quizás sigue sufriendo) de gases y se soltaba pedos sonorísimos. Por las protestas, terminó retirándose a soltarse el pedo más lejos, pero regresaba con el olor al grupo y cuando volvíamos a protestar, nos decía, "mi abuelita dice que la gente educada huele su parte y se queda callada". Él nunca se avergonzaba de hacer eso, los que nos sentíamos incómodos éramos nosotros.

Bueno, pues ahora ya sabes que aparte de hacerte sufrir con la peregrinación de las compras, vas a tener que prepararte para ir con tu mascarilla de protección jajajaja. Gajes del oficio, buchisapa, en el dolor, hermanos.

Patarashca dijo...

oeee compare te tocó un buque de guerra, por las municiones jajajajaja

vas a volver a salir con ella? yo no vuelvo ni amarrado jajajajaja

El Tremendo Juez dijo...

Apunte usted, señor escribano, apunte usted:

Que siendo la Srta. "R" un peligro de contaminación ambiental ambulatoria y haber demostrado una total indiferencia ante los estragos respiratorios que ocasiona a sus inocentes víctimas con su fingida frase, "huele feo, ¿no?" considero mi deber tomar las siguientes medidas de emergencia en salvaguarda de la sociedad en general y de nuestro apabullado buchisapa en particular:

La mencionada señorita "R" se queda en prisión virtual hasta que se tome un purgante que le haga expulsar de sus intestinos toda la carga que los asfixia.

Una vez que lo haya hecho, deberá someterse a una dieta líquida por tres días consecutivos y recién podrá ser liberada cuando vuelva a soltarse un gas sin olores ofensivos al olfato ni dañiños para el ambiente.

¡A la reja!

Vera dijo...

Pobrecita. Marco, ¿y tú nunca ofendiste la nariz de ninguna de tus amigas? yo me imagino que sí.

Además, lo que tapa el gato no es un gas, no sé por qué has puesto esas apestosidades ahí. Eres muy grosero.

fio .....[Responde este comentario] dijo...

jojojojojojojojojojojojojojojojojojojojojojojo pobresitaaaaa jojojojojojojo no psssss segun lo que cuentas parece que la flaca se mando sus cosas cuando tu estabas lejos.yo creo que estaba mal y no podia aguantarse y esperaba a que estuvieses lejos pero te acercabas pssss jajajajajajajajajajajajaj que roche!!!!!!!!!!!!!!!! y ninguno dijo nada. los 2 se hacian los locos jajajajajaja tu aguantando y ella disimulando jajajajajajajaja

Horacio dijo...

jajajajajaja ¡Qué asco! Ya me imagino tu cara cuando te diste cuenta que tu amiga era la culpable.

Slds.

Patarashca dijo...

oeee Fio, no pues, si esta mal que no salga, abusiiiiiiiiiiva

marco .....[Responde este comentario] dijo...

Javier, te aseguro que para mí tampoco fue, digamos, placentero, jeje.

Polémico, ¡¡en dolor!! jajaja.

Patarashca, he salido más de una vez. Felizmente, para mis intereses, ese percance no era parte de su rutina.

Juez, preferiría aun con o sin olores, se abstenga de tales actividades.

Vera, de hecho en algún momento lo habré hecho, aunque en esos casos prefiero la advertencia previa para poder excusarme y alejarme. ¡Claro! cuando la confianza lo permite, cosa, que a pesar de conocernos mucho tiempo y haber tenido mucha confianza, ella no se permitió asincerarse con el percance.

Fio, sí, creo que ella optó, en vez de confiarme su malestar, por evitar mi presencia en esos momentos; lástima, estábamos en una situación en que constantemente me acercaba.

Horacio, te aseguro que no fue la mejor de las sorpresas.

Patarashca, totalmente de acuerdo.


Besos y Abrazos, Gracias por comentar.



Marco

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