

Eran las cuatro de la tarde y la explanada del monumental se ornamentaba de un ramillete de cabelleras largas que bajo el sol cubrían una fila negra de camisetas. La cola para esa hora abarcaba media cuadra, no muy larga en realidad; tal vez por ser un lunes cualquiera, un lunes 22 de marzo. Las cervezas en lata y los piqueos al paso desfilaban cual passarella por nuestro costado; algunos habían traído sus propios licores, ron, vodka (me consta), y otros optaban por agua o gaseosa ante un sol que poco a poco se apagaba al compás de las pruebas de sonido que desde afuera, mi pata de años con quien, en épocas púberes hicimos música, Eddie (quien siempre escribe mal su nombre), y yo, oíamos con atención. En cierto momento una camioneta cruzó la calle para cuando se oyó a alguien gritar que eran los integrantes de la banda progresiva y muchos corrieron abandonando sus lugares en la fila para saludar a los músicos por unos breves minutos. La noche había caído y la cola que ya se hacía larga empezó a avanzar para ingresar; Eddie y yo, con nuestras sobras lípidas recogidas por encima de nuestros brazos, a paso veloz, fuimos en busca de una buena ubicación al pie del escenario, en la zona Black Clouds; ...ya eran las siete de la noche. Después de un tiempo, agobiante por cierto, la banda sonora de Star Wars anuncia el inicio del concierto; eran las 8:15pm y BigElf, banda elegida por Mike Portnoy para abrir toda su gira latinoamericana, se adueñaba de la tarima con un pequeño muñeco Yoda sobre uno de los dos teclados de Damon Fox...










