Después de haberse cumplido el centenario del nacimiento de la poeta y escritora francesa Georgette Philippart Travers, dedicada y amorosa esposa del maestro César Vallejo, el 7 de enero pasado, por iniciativa del pintor peruano Fernando de Szyszlo, el investigador Miguel Pachas, quien publicó Georgette Vallejo, al fin de la batalla ha emprendido la iniciativa de mover sus restos a Montparnasse, junto a los de su marido; cosa que se formalizará en los próximos días con el envío de una carta con la solicitud a la embajada de Francia en Lima.
“Cuando él murió, estuve ciega durante cuatro horas. Estuve loca”...
Georgette fue gratamente cómplice en la difusión de la vida y obra de César Vallejo, uno de los más grandes innovadores de la poesía del siglo XX; para Mario Benedetti un paradigma humano; para Thomas Merton, El más grande poeta universal después de Dante, afirmando incluso que la traducción de sus versos es un proyecto de muy grande y urgente importancia para toda la raza humana.
Al fin de la batalla, y muerto el combatiente,
vino hacia él un hombre y le dijo:
"¡No mueras, te amo tanto!
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo".
Se le acercaron dos repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando
"¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos, con un ruego común:
"¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos lo hombres de la tierra le rodearon;
les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente, abrazo al primer hombre;
echose a andar...
masa
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras en el rostro más fiero
y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos,
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza,
como charco de culpa, en la mirada.
los heraldos negros
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura, que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
los dados eternos
Yo nací un día que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo, que soy malo;
y no saben del Diciembre de ese Enero.
Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio que habló a flor de fuego.
Yo nací un día que Díos estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha…
Bueno. Y que no me vaya sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo, que mastico…
Y no saben por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro, luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge preguntona del Desierto.
Todos saben… Y no saben
que la Luz es tísica, y la Sombra gorda…
Y no saben que el Misterio sintetiza…
que él es la joroba musical y triste
que a distancia denuncia el paso meridiano
de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día que Dios estuvo enfermo,
grave.
Espergesia
7 Miradas :
grande vallejo
"Todos saben que vivo, que mastico…
Y no saben por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro, luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge preguntona del Desierto"
Este probablemente es uno de mis versos favoritos en toda la literatura universal. Siempre amé a Vallejo y su bellísima angustia.
besos
s.
Me encanta Vallejo... pero sólo en algúnas épocas del año. Es dramático, profundo, duro y un poco desesperanzado y sólo en algúnas épocas del año lo resisto :)
Besos,
Lore
Silvi, no hay mejor descripción que como bien dices "bellísima angustia"; y Lore, tienes razón, muchas veces la profundidad y la dureza de su verso pueden sumergirlo a uno en pesares que cuando no sé está listo, pueden ser muy profundos.
Besos
Marco Palacios
Si Lorena, estoy de acuerdo contigo por eso odio a Vallejo porque siendo yo una persona tan sencible me es imposible no verme afectada en mi alegría cuando leo sus versos y lo peor de todo es que no puedo dejar de leerlo. En fin, el post era sobre Georgette de quien espero no me de el mismo efecto de su esposo (en lo que se refiere a los resultados de melaconlía) esperé ansiosa las traducciones.
cuando no tu con vallejo!!!!!!!!!! jajajajajajajaja si me a llegado a gustar que a pesar de ser muy duro y dramatico tiene un verso increible.gracias bb, es x ti que en verdad llegue a entenderlo aunque sea un poquito. poruq eno es tan facil de leerlo ahhhhhhhh!!!!!!!!!!
muchos besotes "¡No mueras, te amo tanto!Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo" jajajajajajaja
Vallejo junto a Neruda se halla entre los grandes; tal y como dice Merton "la traducción de sus versos es un proyecto de muy grande y urgente importancia para toda la raza humana."
Slds.
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