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 Hemos conocido al director norteamericano Steven Soderbergh de 46 años, y a Peter Andrews, su otro yo a la hora de hacer fotografía, por cintas como Yes:9012 live, sobre el concierto de una de mis bandas preferidas, Yes, o la muy plana Erin Brockovich, las taquilleras y divertidas sagas de Ocean`s Eleven, y la genial Traffic que con una visión tipo documental y unas sorprendentes actuaciones brinda una penetrante, nada convencional y extraordinaria crónica del narcotráfico. Para el 2008 Soderbergh, nos trae un arriesgado proyecto acerca de la vida de uno de los más grandes y controvertidos iconos del siglo XX, capaz de arrancar la más grande fascinación tanto como el peor rencor, la leyenda blanca, Ernesto Guevara, el Che, un hombre que inspirado en las ideas de Mariátegui y su investigación sobre la realidad de los pueblos americanos, buscó con mano alzada y firmes ideales, una igualdad social, no sólo para Cuba, sino para toda latinoamérica.

Sin embargo, pienso que un personaje tan rico y explotable como lo es el Che, se quedó corto en las manos de Soderbergh, a diferencia de la búsqueda de una profundidad al mito, en una postura valiente y osada, que intentara adentrarse en las motivaciones y principios que sirvieran de motor al Che, como Walter Salles lo hiciera con su Diario de Motocicleta, más allá de la historia, más allá de la leyenda.

Como ya es costumbre en Soderbergh o Andrews, como quieran llamarlo, la fotografía es dividida en 3 claras formas que expresan individualmente, un ambiente y un contexto definido, todas en un brillante estilo documental tal como hizo en Traffic, que te envuelve y te hace ser, más que público, un testigo del relato; la primera, las secuencias en las que se relata la lucha armada, desde la reunión de los líderes en México en 1955, luego del exilio de Castro interpretado impecablemente por Demián Bichir, hasta la toma de la Habana en 1959, son de colores vivos y naturales; otra forma es la de la de la entrevista con Lisa Howard periodista de la CBS, interpretada por Julia Ormond, en un salto en el tiempo hasta 1964, mostradas en blanco y negro y, la tercera forma, las mejores escenas obviamente, son las secuencias en la ONU, también en ese año, cuando Guevara encara a las naciones para fundamentar la legitimización de su revolución y hacer referencia de las ejecuciones extrajudiciales que cometía la Digepol en la Venezuela de Betancourt y en Panamá, en las que utiliza un tono monocromático que imita la textura de las imágenes reales; intercaladas entre sí haciendo del film, más interesante.

Hablar de las actuaciones es hablar del más grande acierto de la película; Demian Bichir, se convierte en un estereotipado Fidel, al que todos conocemos a través de la televisión y la historia, cons su acento y liderazgo, personificándolo notablemente; Benicio Del Toro ya no sorprende con otra enorme e incomparable interpretación; en cada uno de los detalles del argentino es su encarnación; como siempre, grande Del Toro. Pero cabe resaltar al desconocido actor venezolano, salvo en las empleadas, Santiago Cabrera en su gran personificación en el papel de Camilo Cienfuegos, tan natural y humano, sencillamente brillante! pese a los sinnúmeros personajes telenovelescos que ha hecho antes; como una vez oí decir a un gran actor, "nosotros hacemos teatro y cometemos telenovelas!".

Es una gran película; no se puede decir menos, pero con el antecedente de Diario de Motocicleta, sinceramente, esperaba más!

Por cierto, Benicio del Toro ganó el Premio a Mejor actor en Cannes por "decisión unánime del jurado" y el Premio Goya a Mejor actor, por su papel en esta película.