Cuando uno crece, cuando uno madura, atina a ver más allá del contexto original, a veces tan altruista, a veces tan inocentemente utópico. Nuevas miradas se adjuntan, cual ladilla, a estorbar y mermar la tan sana vista de juventud e infancia, miradas abastecidas por la televisión, la comunidad, la cultura y/o la experiencia personal que siempre, a punta de sable, nos arrebata las sonrisas con una cruda e indiferente visión de lo personal y lo sensible. La mirada dulce e inocente de un niño en un casi risueño romance frente a su amada, fuera del contexto del sustento económico, etnia, clichés y clasificaciones sociales, que en algún momento en el paso transitorio de una sonrisa sincera y un capítulo de "Destilando Amor" o "Betty la fea", en su desastroza versión mexicana (agencia de noticias de detergentes las determinó como las más vistas) se perdió, estereotipando a la pareja como un ser de alquitrán siempre con el cabello engelado de Spá, divinamente imposibilitada de flatulencias, sudor y ojeras, siempre bien vestido (a), y sobretodo y antetodo, siempre con la billetera bien cargada.
Es pues, que las relaciones adultas, exigen en su pareja, para quienes tienen la posibilidad ¡Claro está! solidez económica, futuro laboral y como valor agregado que sea atractivo (a), dejando como requisitos no indispensables, el que haya química, el sentirse bien a su lado, el disfrutar de sus palabras o sus silencios, el necesitarlo(a) y desearlo(a) a pesar de saber quién es. Una inequívoca necesidad posicional que más allá de hacer de una pareja, un constante romance de diálogo y crecimiento, hace de ésta, un constante y sofocante malestar de costumbre, de pensamientos imposibles de compartir, formando mundos personales, inviolables entre ellos, en las que lejos de verlos como cómplices y amantes se ven como aquel intruso al que hay que aguantar para sobrevivir, es decir, una prostitución en familia.
Creo, como intento ser con todo lo que hago, en lo laboral, político, social, personal, etc. que todos, como parte de una comunidad debemos hacer lo que nos hace sentir bien de la mejor manera que podamos y estar a lado de quien nos haga sentir del mismo modo. Tal vez como con la mirada de un niño que en algún momento de nuestro desarrollo, lamentablemente perdimos.
"La madurez del hombre es haberse reencontrado, de grande, con la seriedad que de niño tenía al jugar."
Friedrich Nietzsche.