The Dark Knight Rises: Batman

"Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos. Es la edad de la sabiduría, y también de la locura. Es la época de la fe, y también de la incredulidad, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Lo tenemos todo, pero no somos dueños de nada, caminamos derechito al cielo pero tomamos el camino a otro lado. En fin, esta época es tan parecida a todas las épocas, que nada de lo que aquí voy a contar debería, en realidad, sorprendernos. Nada. Ni el perdón, ni la venganza, ni la muerte, ni la resurrección" 

Charles Dickens 

Historia de dos ciudades 

Christopher Nolan nos entrega este año su tercera y última parte de la trilogía del hombre murciélago, Batman, con la promesa tácita de un producto digno del legado de su predecesora, el Batman de Ledger (permítanme la licencia): El caballero oscuro, pero ¿Cómo igualar o superar a aquella que ha exprimido el máximo rendimiento a la oscuridad de un comic? ¿Cómo igualar la potencia de su argumento, ese bien construido castillo de naipes, la riqueza de sus personajes y el parto de un tan magnífico, intenso, potente, perturbador e irracional Guazón, el mejor de todos? Quienes, como yo, entraron a la sala del cine esperando un gran filme sin alcanzar la maestría de su antecesora se equivocaron.

 Casi nunca las "segundas partes" de buenos filmes han llegado a mantener la calidad de la original, sin embargo, y con creces, Christopher Nolan lo habría conseguido con El caballero oscuro. Más aun, la tercera, The Dark Knight Rises ("Batman: el caballero de la noche asciende" en Hispanoamérica), no sólo está a la altura de sus antecesoras, sino que es sumamente difícil determinar si supera a la segunda o no. Si el genial Ledger y su Guazón lograron generar un realístico caos y sosobra en el público, ahora, en esta última entrega, la sosobra se vive.

"No hay nada que me interese ahí fuera". Han pasado ocho años desde que Bruce Wayne, interpretado por Christian Bale, en un evidente declive físico y mental, ha abandonado a su alterego y se ha sumerjido en la profundidad de su oscuridad, su dolor y sus conflictos, aislándose por completo del mundo: Bruce Wayne ha tocado fondo. El robo de una joya familiar dentro de su casa y el modus operandi con el que se perpetró, lo vuelven al mundo, para descubrir que hay algo más, un nuevo peligro amenaza la ciudad.

El director, en una entrevista, dijo haber recurrido a Charles Dickens para inspirarse al escribir el guion. Ese Londres suburbano bajo la nieve, victoriano, grisáseo, sucio y violento de las novelas de Dickens ha sido retratado en la nueva Gótica, "la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación", que en virtud de los poderes otorgados por la Ley Dent se encuentra sin Batman, sin mafias, ya en paz; una paz erigida en base al silencio de Gordon, para dar paso, al definitivo caos, la impotencia, la desesperación, el miedo colectivo y la miseria humana. Bane, encarnado por Tom Hardy, un terrorista que se dibuja como libertador de un pueblo al que desprecia y quiere destruir, ha traido el apocalipsis a Gótica.

El impecable trabajo actoral es para destacar, ninguno desentona, un Chritian Bale preciso como en las anteriores, una perfecta, funcional y fresca gatúbela (nombre que nunca es mencionado) encarnada por Anne Hathaway, que sin brillar es la novedad más acertada de esta entrega, un Joseph Gordon-Levitt notable y convincente, la evolución del personaje está bien estructurado y es creible. Por otro lado, sorprende la discreta participación de Marion Cotillard. Cabe destacar, a su vez, que personajes secundarios como el de Alfred, encarnado por el genial Michael Caine deja de ser un ornamento caro para mostrar el porqué de su nombre, espléndido y emotivo. Y las siempre soberbias actuaciones de los famosos Gary Oldman y Morgan Freeman.

Un ritmo trepidente y una narrativa de emociones casi constante a lo largo de las justificadas y extensas dos horas y media de duración, con escenas memorables como la caída del estadio (indudablemente la más lograda), la misma brillante, triste y fría fotografía, aunque dejando atrás los planos cerrados que se utilizaron en las anteriores para crear la sensación de claustrofobia o aislamiento, un guión notable y contundente, y pese a cierto desorden en las subtramas y las varias líneas temporales, al exceso de explicaciones (to dummies) y a la irregular banda sonora de Hans Zimmer, Nolan logra un brillante cierre de una trilogia por encima de las demás, fuera del alcance de otras y con una marcada distancia: La alternativa de calidad a la trillada superproducción holliwoodense.