Un inicio notable, inteligente, seco, triste, crudo y arrollador, entre la remanente psicológica y el vínculo emocional, "El amor de una madre es para siempre".
En el 2008 Andy Muschietti dirigió un cortometraje que según muchos, fue un logro, algo más de tres minutos de tensión pura sin más recursos que un par de niñas y una casa. Ahora, el mismo Muschietti bajo la producción ejecutiva de Guillermo del Toro, extiende la idea a un largometraje de cien minutos.
Dos niñas, Victoria y Lilly, de ocho y cuatro años respectivamente, interpretadas por Megan Charpentier e Isabelle Nélisse, han sido encontradas en una cabaña abandonada, lejos de todo. Habían pasado cinco años desde que su padre, Jeffrey, huyera con ellas (interpretadas a esa edad por Morgan McGarry y las gemelas Maya y Sierra Dave), después de asesinar a su ex esposa. Nadie supo que pasó con ellos. Lucas, interpretado por Nikolaj Coster-Waldau, hermano gemelo de Jeffrey, después de dedicarse enteramente a su búsqueda, junto a Annabel, interpretada por Jessica Chastain, se hacen cargo de la custodia de Victoria y Lilly. El problema es que no vienen solas.
Durante los excesivos cien minutos Muschietti no logra mantener el ritmo de la película. Tres minutos no es lo mismo que cien. El comienzo es crudo, revelador, seco, contundente e impactante, desde las actuaciones hasta el diseño de producción: Un acierto. Sin embargo, durante el desarrollo de la historia, sobretodo en la última media hora, la tensión y el miedo sugerido bien articulado, pierden precisión, algunas escenas innecesariamente alargadas, algunos clichés del género repetidos y el énfasis redundante sobre la emoción durante momentos de terror, le generan un costo innecesario a la narrativa de la co-producción española canadiense.
El mayor acierto, sin lugar a dudas, son Megan Charpentier e Isabelle Nélisse en los papeles de las niñas, sobretodo esta última, convincentes e impecables, el vínculo maternal, sus juegos y travesuras entre su vista infantil y el terror de la presencia que las acompaña. A su vez la base psicológica y lógica con que las primeras escenas dota al filme son otro gran acierto, la música de Fernando Velázquez, la fotografía de Antonio Riestra y el diseño de producción de Anastasia Masaro. Sin embargo Jessica Chastain no parece muy cómoda con su papel de músico frustrado, uno de los aspectos con que nutren su personaje, así como Coster-Valdau, quien pierde protagonismo a lo largo de la cinta, nunca termina por convencer del todo.
Mamá tiene un inicio épico, genial, con generosas dosis de inteligencia y realismo. Una gran propuesta que, una vez llegada a la mitad, se convierte en una película de terror más, con ciertas emulaciones del inicio, como advirtiendo lo que pudo ser. No cabe duda que los que buscan terror saldrán satisfechos, hace mucho tiempo que no oía tantos gritos. Mamá es un entretenimiento eficaz, con muchos aciertos más allá de los convencionales sin dejar de lado esos ingredientes que de seguro harán saltar de sus acientos a más de uno.
0 Miradas :
Publicar un comentario