Amour es una cinta que obliga a mirar donde nadie quiere hacerlo, que obliga a desenpolvar miedos profundos, a enfrentar el destino y al fantasma de la extinción. Amour es dura y desgarradora, y al mismo tiempo, delicada y dulce. Amour es la resistencia a renunciar y es la entrega a lo perdido, es el rechazo a lo ya escrito y la lucha por conservar tu realidad. Cuando el deterioro físico, psicológico y emocional se apoderan a paso lento -desesperante-, arbitraria e ineludiblemente de tu mundo, la humillación de perder lo que eres, el dolor de extraviarte en tu mente.
Una pareja de ancianos octogenareos, profesores de música, viven calmada y cómodamente en un departamento en París, en una cotidianidad calma, fría e indiferente. De pronto, Anne, interpretada por Emmanuelle Riva, sufre un ataque que desencadena un tormento lento, progresivo y amargo, un ocaso cruel y arrebatador: La edad no perdona. Georges, interpretado por Jean Louis Trintignant, se desvive, nunca antes tanto, por el bienestar de su mujer, violentando el destino, "fuerte para que pase rápido y que todo lo bueno que fue, es, quede intacto". Quedarse en una casa, antes llena de música, vida, ahora silenciosa y solitaria... Esperando su turno.
Cabe mencionar a una excelente Isabelle Huppert en el papel de la hija, la que no parece entender el hermetismo del nuevo mundo que han cimentado sus padres y al que no puede acceder.
Jean Louis Tringtinant y Emmanuelle Riva lo son todo, ellos solos son el filme. Soberbios y contundentes. El dominio de escena y la ternura que cincelan en su portentosa actuación son la espina dorsal y el más grande acierto de la película. Un guión inteligente y lúcido, una puesta en escena paciente, a su tiempo, sobria, delicada, y totalmente real, con una dirección artística, fotografía y edición impecables, sin distraccines, sin excesos. Amour plasma un trozo de verdad, una verdad que duele, y que duele lentamente.
El alemán Michael Haneke, director de Amour, parece rechazar todo elemento de distracción, todo elemento sentimentaloide y efectista. Ni siquiera recurre a la "cámara en mano", tan requerida en estos tiempos para introducir cierta tensión a las escenas. La cámara se mantiene quieta y sutil, sin protagonismo, espectando indolente la extinción de sus protagonistas. El ritmo respeta el tiempo de los ancianos, su paso lento, la rutina.
"Son una llamada a un cine que aporte insistentes cuestiones en lugar de respuestas falsas (por lo excesivamente rápidas), que clarifique las distancias en lugar de violar la cercanía, que abogue por la provocación y el diálogo en lugar de la consunción y el consenso"
Michael HanekeDirector
No hay nada que reprocharle a Haneke. El alemán demuestra su destreza y un lenguaje alejado de los estereotipos actuales. El alemán, osado como pocos, nos ha dejado en la retina, latente, una obra maestra, dejando entrever, que como algunos pocos, es un director imprescindible para el cine actual.
0 Miradas :
Publicar un comentario