Hace ya un tiempo, habíamos terminado el partido de fulbito, en plena calle de córdova, la 17, como siempre; habíamos ganado y cansados, antes de ir a casa por una ducha fresca, me quedé conversando con un pata quien me comentó algo ofuscado sobre la separación por la que recién estaba atravesando después de un muy corto matrimonio. Al parecer, nuevamente, una muy joven pareja de recién casados no habían terminado de conocerse lo suficiente para una decisión correcta para enfrentar un destino de la mano por un mismo camino.
Debo confesar, a pesar de lo delicado y serio del tema, haberme sorprendido con una inaguantable sonrisa que no pude evitar brotar, con el motivo del conflicto, el tuétano de la discrepancia, la llaga de la separación; era, como me confesó a regañadientes, un miserable gas!; tal vez su nunca bienvenido aroma, o su encrispado retumbar carente de fineza y garbo, o la continuidad y frecuencia de su variado muestrario lo que terminó por colmar la paciencia de su, hace unos días, mujer por siempre...