Era ya de noche, recuerdo, y me disponía a ir a una fiesta, a un matrimonio con mis amigos del barrio, con dos de mis patas, Pepe y mi tocayo el gordo Marco. Una de las chicas de la cuadra que para ese entonces se habría mudado con toda la familia a San Miguel, iba a contraer nupcias. Eran tres hermanas, llamémoslas Ese, la mayor de las tres y el motivo de la ceremonia: La feliz novia, Ye, y por último Eme, la menor. Por la distancia y distintas razones, su cercanía y contacto eran mayores con Pepe que conmigo, y de las tres a lo largo de los años, yo había adquirido mayor confianza con las dos últimas, por cuestión de promoción diría yo, aun más con Eme.
Previamente, con el hambre sin saciar y en busca de cambiar el dinero que llevaba para el compromiso, nos dirigimos donde Sebastián, el popular Snack de la época en el barrio, el boom del momento, ubicado en la 18 de arenales. Cabe resaltar que Sebastián, el dueño, comenzó trabajando humildemente para un empresario que siempre se sentaba al costado de él y sus compañeros, con quienes debía competir. Poco a poco se dejó notar cómo la clientela se aglomeraba en torno a su carrito sanguchero, dejando a los demás atestiguando el tráfico aburrido de arenales, bostezando. Sebastián, a base de esfuerzo y trabajo, dejó sin clientes a los demás, compañeros de competencia que con el tiempo desaparecieron. Luego le compró el carrito a su patrón y, debido a su éxito, alquiló dos locales para ya su negocio propio.
Volviendo al tema, eran ya las 7 de la noche y me encontraba degustando junto a mis amigos la mejor hamburguesa del área, la de Sebastian, apresurados para no llegar tarde a la iglesia, a las 8, como se había dictado en la invitación
Volviendo al tema, eran ya las 7 de la noche y me encontraba degustando junto a mis amigos la mejor hamburguesa del área, la de Sebastian, apresurados para no llegar tarde a la iglesia, a las 8, como se había dictado en la invitación
El viaje en taxi, camino a la iglesia, entre risas y burlas por mi protagonismo en el mundo basural se vio algo entorpecido por el tugurizante tráfico de Lima a esas horas que, aunque no es comparable al actual igual ¡llegamos tarde! Buscamos unos asientos atrás ante la cantidad de gente en el templo, casi ocultándonos para no revelar nuestra falta y pasar desapercibidos.
Ya en la puerta de la casa, nos recibió la abuela. Señora que por alguna razón que desconozco, no me había olvidado a pesar de los años en que no me veía y de las dos únicas veces, en dos cumpleaños, en que habíamos tenido alguna charla cuando yo era infante, es decir, cuando ella hablaba y yo decía, cejas arriba, sí señora. En ambas oportunidades comentó "lo bonito" que sería verme como pareja de una de sus nietas, de Ye específicamente. Yo pensaba mientras tanto en la pelota y los juguetes.
La señora muy dulcemente nos hizo entrar y no sólo me reconoció sino que con mucho cariño me hizo notar que tampoco había olvidado su deseo, ese de años atrás cuando medía menos de la mitad, ese de verme junto a la hermana de la novia: "Ahí está Ye", me comentó entusiasmada y con sonrisa cómplice.
La señora muy dulcemente nos hizo entrar y no sólo me reconoció sino que con mucho cariño me hizo notar que tampoco había olvidado su deseo, ese de años atrás cuando medía menos de la mitad, ese de verme junto a la hermana de la novia: "Ahí está Ye", me comentó entusiasmada y con sonrisa cómplice.
Habían ya pasado unas horas y nosotros, Pepe, Marco y yo, nos manteníamos aun algo marginados a un lado de la escalera. Con las horas Eme se nos había unido. Ella, alocada como siempre, cuando no bailábamos estaba a mi costado conversando quién sabe qué. Era pues que nos encontrábamos cerca a la fuente de la bulla y no nos dejaba conversar con tranquilidad, aun más cuando a veces se perdía en temas que yo no entendía. Para esto, Ye había estado presta a ciertos coqueteos para conmigo, evidentemente correspondidos por quien escribe estas líneas. Esas miraditas que dicen y no dicen. Por fin ella me sacó a bailar -reconozco ser un poco parco para tener la iniciativa-, y conversamos amenamente, con ciertas coquetas indirectas: Al menos, equivocado o no, esa fue mi impresión. Impresión que prometía y presagiaba iba a cumplirse el deseo de la dulce anciana. Me comentó entre líneas que su ex enamorado también había asistido e insistía por una reconciliación, pero harta del ruego recurría a mi persona para socorrerla y así espantar al incómodo llorón. Yo, como todo un caballero, me dispuse a mantenerme con ella inmolándome para menguar las aspiraciones del antiguo galán, cosa que ella pareció corresponder complacida. Estuvimos buen rato distraídos en nuestro mundo cuando de pronto y para nuestra sorpresa, a nuestro costado, Eme bailaba con el exiliado, observándonos fijamente, sonriendo. Ye reaccionó incómoda pidiéndome vayamos a otro lado, solos, para cuando en ese momento sentí un fuerte apretón en mi muñeca en el mismo instante que un chillido algo infantil sentenció, "¡Cambio de parejas!"; "No quiero" refutó Ye. Entre mi confusión y asombro noté que Ye también me sujetaba fuertemente de la otra muñeca impidiendo moverme: Ambas me tenían de las manos y no parecían, cada una por sus propios motivos, tener la menor intención de soltarme, por el contrario, cada una empezó a jalarme para su lado, todo esto en el centro de la sala: Tupac Amaru, pensé. Sin saber cómo diablos me metí en tal embrollo me percaté que la inercia de los jaloneos provocaba que empecemos a dar vueltas sobre nuestro eje, en crescendo, es decir, que poco a poco cobraban más fuerza y velocidad. Entre los giros, el bullicio de la gente y la música, las exclamaciones que adornaban el espectáculo empezaron lentamente a perderse en mi mente, como ennublándose "¡Déjalo!", "No quiero", "No fastidies", "¡Púdrete!". Hubo un momento en que ya no oía nada, sólo observaba, confuso, como en esos trances en que pierdes la capacidad de pensar o sentir alguna emoción. Sólo daba vueltas una y otra vez. Nunca podré determinar el nivel del ridículo que llegué a hacer.
Recuerdo haber girado ya sin oponer resistencia, vencido, tantas veces que no las podría contar. Recuerdo también haber visto el rostro de la abuela, de su madre y algunos familiares sentados, con asombro, espantados, una y otra y otra vez, en cada uno de esos interminables giros en que me sumergí. Recuerdo también haber visto más allá a Pepe y al Gordo, no sé si contando las vueltas o riendo. Imágenes que como flashes titilaban repetidamente durante el remolino. Pero lo más humillante es recordar el zigzagueo gesticular que atravesé, sonriendo y dejando de sonreír, sonriendo y dejando de sonreír. Era pues que en cada rotación, en las milésimas de segundos que quedaba en el hemisferio frente a la espantada abuela, emitía yo, una ligera, hipócrita e incómoda sonrisa como desentendiéndome del penoso espectáculo; sonrisa que desarticulaba cuando le daba la espalda y volviéndola a esbozar en cada momento, una y otra vez, en cada vuelta en que volvía a estar frente a ella.
Recuerdo haber girado ya sin oponer resistencia, vencido, tantas veces que no las podría contar. Recuerdo también haber visto el rostro de la abuela, de su madre y algunos familiares sentados, con asombro, espantados, una y otra y otra vez, en cada uno de esos interminables giros en que me sumergí. Recuerdo también haber visto más allá a Pepe y al Gordo, no sé si contando las vueltas o riendo. Imágenes que como flashes titilaban repetidamente durante el remolino. Pero lo más humillante es recordar el zigzagueo gesticular que atravesé, sonriendo y dejando de sonreír, sonriendo y dejando de sonreír. Era pues que en cada rotación, en las milésimas de segundos que quedaba en el hemisferio frente a la espantada abuela, emitía yo, una ligera, hipócrita e incómoda sonrisa como desentendiéndome del penoso espectáculo; sonrisa que desarticulaba cuando le daba la espalda y volviéndola a esbozar en cada momento, una y otra vez, en cada vuelta en que volvía a estar frente a ella.
No sé cuanto tiempo duró la penuria, pero parecieron horas. El combate terminó con la victoria de Eme, llevándome como presa de caza a un costado. Ella siempre se ha caracterizado por ser la más fuerte de las tres, mientras yo, en mi torpeza, me mantuve sentado en su compañía escuchándola decir, elocuente, que no debía dejarme someter a la vil manipulación de su hermana cuya única y sibilina intención era la de darle celos a su ex pareja por quien su corazón aun se rendía: Me estaba utilizando. La perorata continuó por unas horas más, como una condena a la que me hice merecedor por mi inoperancia. Quería responder a la mirada casi suplicante que Ye mantenía sobre mí durante todo ese tiempo, sentada, atravesando también su propia penitencia: Tenía al galán clavado de rodillas, literalmente, a lado del sofá donde ella sentada estaba, mientras sus gesticulares ruegos eran vistos por los que, ante la luz del amanecer que se escapaba entre las cortinas de la ventana, aun se mantenían despiertos. Eran las cinco y media aproximadamente, Eme me sermoneaba y el galán suplicaba lloroso, mientras que Ye y yo nos mirábamos esperando alguno hiciera algo. Ye al cabo de un rato abandonó esa mirada, con la que esperaba ser rescatada, y dejó de observarme al notar que no había reacción valiente en mí, se acomodó en el sofá, giró la cabeza al otro lado y no escatimó en regalar generosos bostezos a la súplica de su ex pareja, probablemente para desanimar tamaña porfía.
No tuve el valor de salvarla del ruego de su galán y en castigo, Eme no dejaba escapar silencio alguno entre sus palabras ¡Durante más de una hora! salvo uno que otro momento cuando, al menos me parece, y sólo me parece, buscaba que callar su boca con la mía. Al rato, Pepe y Marco me invitaron a abandonar su hogar y nos despedimos de los sobrevivientes. En un rincón, al pie de la ventana, el galán, cual héroe, se mantenía disparando sus últimos cartuchos verbales, vencido por el cansancio, aun, a pesar de las horas, guardando la posición inicial en cuclillas, aparentando estoicamente, ya sólo balbucear su ruego, mientras ella, ...roncaba.
Hasta hoy, no he vuelto a verlas ni a saber de ellas. he preguntado sobre su vida sin mayor fortuna. La verdad no sé cuál de las dos decía la verdad, no sé si fui utilizado o no, si mi impresión sobre los hechos, sobre las motivaciones era la correcta, no lo sé, pero de igual manera, ese carrusel, esa odisea, sin duda, es uno de esos recuerdos que mínimo, provoca una sonrisa.
Hasta hoy, no he vuelto a verlas ni a saber de ellas. he preguntado sobre su vida sin mayor fortuna. La verdad no sé cuál de las dos decía la verdad, no sé si fui utilizado o no, si mi impresión sobre los hechos, sobre las motivaciones era la correcta, no lo sé, pero de igual manera, ese carrusel, esa odisea, sin duda, es uno de esos recuerdos que mínimo, provoca una sonrisa.
6 Miradas :
ciertamente amigo mio creo k a muy pocos nos pasa esto! la verdad es k no podria explicar como pasa eso! asi como tu lo dices! muchos detalles!! me piero de la historia original!! jajaja ,.,.. muy buen0o con los detalles! mismo escritor añejo! saludos
jajajaja.a todos nos pasa querido.pero yo con vestido ni loca me meto al tacho.y si e visto a cada atorranton que se empapan de colonias creyendo que eso les salva la cara.me diverti mucho leyendo esto.escribes muy bien y como las novelas entretienes mucho pero papito deja de ser tan coqueto ya?
Jajajajaja, recien leo este post y te juro que no puedo parar de reir, tan bueno ya pues, demasiadito y creo que Fiorela tiene razón el único culpable eres tu por ser tan coqueto, nada de esto hubiera pasado si tu te hubieras mantenido discreto sin tus miradas insinuantes y tus sonrisas alentadoras pero por otro lado, si hubieras hecho lo que te digo hoy no me estaría riendo a carcajadas en pleno trabajo. Buena historia aunque creo que todos tenemos una parecida.
jajajaja, de hecho todos hemos padecido alguna situación bochornoza!!; y ante mi supuesta culpabilidad de la que me acusan tú y Fio prometo ser desde ahora menos, jajaja ..."coqueto!".
Besos
Marco Palacios
Por favor, no lo hagas, eso te hace divertido y también hace que una conversación contigo sea entretenida, lo único que decía es que ya pues, esta bien que seas coquetito pero no coquetees con hermanitas pues, no te pases, a eso me refería. Solo haznos un favor a todos o bueno mejor dicho a todas, nunca cambies asi estas bien jajajaja. Besos
jajajaja, gracias, veía un compromiso difícil de conseguir casi cabizbajo por un resultado desde ya fallido!!, jajaja. Tengo los mismos defectos y virtudes desde que tengo uso de razón!!, creo lo tienes garantizado!!, jajaja
Besos
Marco Palacios
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