
Fue en el distrito de Lince cuando por fin tomé conciencia de mi existencia, y una de mis primeras amistades de infante fue Pepe Grillo, mi pata de años. Desde muy niños aprendimos a compartir buenos y malos ratos. Hemos peleado, reído, apoyado, carajeado, y embriagado, todo lo que corresponde a una amistad que hasta el día de hoy, por la buena fortuna conservamos. Él, tuvo la suerte de prenderse, comprometerse y casarse con una encantadora chica que por alguna razón, la fórmula la desconozco, enderezó tan retorcido cerebro para bien, en algún buen camino en el que junto a ella, en una alquimia envidiable, lo ha convertido en un ser extraño, es decir, en un ser humano...