Cierto día, Lutero, durante su estadía en la ciudad de Roma, dio con una estatua en uno de los caminos públicos que conducen a San Pedro. Era pues una mujer con un bebe en brazos, con el cetro y la mitra Papal puestos, e hizo constancia de su sorpresa, consternación e indignación ante tamaña edificación: !Una mujer Papa! En una sociedad dominada por tiempos y credos que no permitían mayor participación fémina que la de concebir, así como el cuidado y crianza de los niños; su reclamo fue escuchado y su indignación compartida: Cuarenta años después, el Papa Sixto V dio la orden de removerla.
En Ingelheim am Rhein, pueblo cerca de Maguncia, nació en el 822 Juana, hija de Gerbert, monje que formaba parte de los predicadores anglos que buscaban que difundir el evangelio entre los sajones.
Al crecer, Juana, con acceso a la vida erudita y sacerdotal de la época por los vínculos laborales de su padre, inicia una relación romántica con un joven estudiante por el que, con el fin de mantener la relación; termina cubriéndose ingeniosamente sus características féminas, para hacerse pasar por hombre y copista dentro de la comunidad religiosa, con el fin de seguir a su amante. El nombre de fachada que adopta es Johannes Anglicus, Juan el Inglés. Gracias a esto, a su nueva posición, Johannes accede a esa buena educación que normalmente estaba prohibida para las mujeres. Cabe recalcar que aunque ya se practicaba el celibato, éste no se hizo oficial hasta 2 siglos después.
Tras la muerte de su joven amante, Juan se refugió en los estudios, adquiriendo buena reputación y fama por la destreza que mostraba en las ciencias. Viajó por Constantinopla, Atenas, Germania, Regnum Francorum o Reino Franco, terminando el 848 en la ciudad de Roma, donde enseñó en el Schola Graecorum, antiguo colegio de diáconos, con gran éxito y reconocimiento, ganando influencias y respeto, sobretodo en la Curia. Sus dotes la convirtieron en secretario del Papa Leon IV en asuntos internacionales.
Tras la muerte de León IV, en el 855, Juan es elegido su sucesor y nuevo Papa, con el nombre de Juan VIIIa -aunque algunos historiadores lo señalen como Benedicto III-.
Al parecer, Johannes se desenvolvió destacadamente en su nuevo cargo, con maestría y gran capacidad. Sin embargo, practicando sus actividades eclesiásticas conoció a otro joven clérigo que volvió a distraerlo de sus metas formativas: La pasión con su nuevo amante tuvo resultados no esperados: ¡El Papa estaba embarazado! Cabe señalar que algunos historiadores atribuyen al autor del embarazo de Juana, al embajador Lumberto de Sajonia.
Es pues que Juan intentó disimular su estado alegando gordura durante algunos meses mientras su vientre crecía. En cierta oportunidad, en plena procesión por una de la calles a San Pedro, ella se descompuso y no pudo evitar los dolores que llevó consigo un parto inesperado, en plena vía pública, ante el asombro de quienes alrededor veneraban, instantes antes, al Hombre heredero de Pedro. Algunos historiadores sostienen que la suerte de Juan fue la de ser atada en los pies de un caballo y arrastrada mientras la muchedumbre tomó su vida apedreándola; otros, sostienen que fue encerrada en una celda del castillo Saint Ángelo; otros que falleció en el parto; y otros, que fue sepultada viva con su hijo. Sobre el bebe, algunos dicen que este creció y se encaminó también en la vida sacerdotal, y otros, que fue asesinado por la Iglesia.
Hasta la actualidad, la Iglesia ha intentado desmentir esta bochornosa historia; sin embargo, antes de la época de la Reforma en el siglo XVI, la cual expuso tanto pecado en la Iglesia Romana, esta historia parece haber sido parte de las crónicas, conocida tanto por Obispos como Papas: Era una verdad aceptada por la Iglesia. El Papa Anastasio, por ejemplo, la menciona en su escrito Historia de los pontífices romanos (Referencia: Historia de los papas, Bower, Volumen 1). De hecho, los libros de historia de antes de la Reforma que suman más de 500, mencionan a la Papa Juana y detallan parte de su reinado.
El incidente obligó a tomar medidas extremas para que dicho caso no volviese a ocurrir. Se cuenta que, hasta el siglo XV, quienes iban a convertirse en Papas, debían pasar por un examen físico, en una verificación para comprobar la virilidad del candidato. En dicho ritual, un eclesiástico estaba encargado de examinar manualmente los atributos sexuales viriles del nuevo pontífice a través de una silla, perforada en su parte inferior, como si fuera un inodoro: De este orificio caían los objetos en discusión. La silla fue bautizada con el nombre de Chaise Percée;
Una vez acabada la inspección dactilar, y si todo era correcto, se oía decir al auscultor, como parte del ritual, Duos habet et bene pendentes, que en castellano y con menos garbo sonaría, "Tiene dos, y cuelgan bien".
La Iglesia de hoy niega esta historia como tantas verdades, pero es cierto que las evidencias no han sido contundentes ya que muchas de estas datan después de 2 siglos después de los acontecimientos. Los detractores de esta historia aseguran que es una leyenda que se gestó a partir de una crónica del siglo XIII, del dominico Martín de Opava, que la situaba en el período en el que el cardenal Anastasio III, llamado "Anastacio, el Bibliotecario" usurpó el papado, que dicha usurpación, que sería el lapso del reinado de Johannes, fue de apenas tres meses y no coincide con la descripción de su gestión. En cambio, a favor de la autenticidad de esta historia, encontramos a conocidos testigos de las consecuencias del hecho como Lutero, Petrarch y Bocaccio, así como testimonios en los libros de la propia iglesia de antes del siglo XVI. Así mismo, con los grabados y nombres de las calles, aseguran los partidarios de la historia, son muchas las coincidencias como para que se trate solo de un invento...
¿Será cierto? ¡Quién sabe! Pero hay que tener en cuenta de que si la mujer ya llegó a ser presidente y hasta ha salido de la tierra, ¿por qué no puede ser Papa? ...así Papalindo se retuerza en los cielos !Ja!
Grabado del siglo XVIII, Nótese al bebé bajo el Papa (o la Papa)