
Para la una y veinte de la tarde de ayer, Kenji, conspicuo representante del fujimorismo, heredero de Alberto Fujimori y además congresista, se presentaba -Tarde- frente a periodistas a los que había citado a la una para una inesperada conferencia de prensa, en casa de su hermana Keiko, en Surco. Debo confesar que en mucho tiempo no había sido privilegiado testigo de tamaña destreza para perjudicar sus propios intereses. No es sorpresa las limitaciones del parlamentario para hablar sin dictados o pensar sin ayuda, pero sí que su entorno haya dejado escapar libremente, es decir, sin supervisión adulta, una lengua que con una suerte de boomerang "alatigado" suele auto flagelarse con envidiable eficacia. Es cierto que su exposición no fue tan libre como la de cualquier persona normal dado que era casi evidente había memorizado dictado ajeno, típico chancón de clase, pero teniendo en cuenta sus antecedentes, también el riesgo a un daño innecesario a sus objetivos era evidente. Fue tal su elocuente protagonismo en la torpeza que lo que debiera ser una reveladora información para todos esos medios que suelen empujar el coche rumbo al indulto de su padre, para rebotarla con bombos y platillos a gusto a los cuatro vientos, fue, en cambio, una noticia escondida en el último rincón de sus recortes. No han llenado titulares con la buena nueva. Ni siquiera el diario Correo que suele importarle muy poco su credibilidad ni la verdad de lo que publica con tal de repetir todo aquello que contribuya con sus fines, le ha dado su digno sitial. La revelación no fue lo esperado y sólo ha tenido un pequeño lugar en escuetas y obligadas notas de redacción. En cambio, los medios detractores han celebrado a sus anchas las palabras del menor hijo del clan Fujimori..