Corrían ya 3 años y él, en su corto tamaño acostumbraba sentarse al pie del escalón al final del jardín de la entrada de una casa grande y antigua en el tradicional barrio de San Miguel, en casa de los abuelos, cerca al mar, con la guitarra de Papá, un instrumento que proporcionalmente era, por obvios motivos, más grande que él. Alguna melodía descifrable se entonaba con alguna dificultad entre sus pequeños dedos que con limitada amplitud cierta destreza se afloraba y determinaba su vocación para el futuro...
-- ¡¡Qué preciosidad!! -- las protuberantes mejillas del mocoso cambiaban de color a rojo cuando la melodía como flauta mágica atraía a chicas, notoriamente mayores, que en unos voraces pellizcos buscaban que arrancarle los cachetes que proporcionalmente era lo que más ocupaba en su comprimido rostro, llenándolo de besos.
El mocoso corría casi instantáneamente en busca de auxilio, y con un castellano aun no muy bien aprendido -- ¡¡Mami!!, 2 chicas me han besado -- y regresaba, también corriendo, tropezando en el camino, a su sitio, al pie del jardín, en casa de los abuelos, cerca al mar, en una tarde soleada de domingo, como todos los fines de semana en que mis padres visitaban a los abuelos, para someterse nuevamente a la crueldad de alguna damisela que se conmoviera nuevamente con su virtud para con la guitarra, cosa que constantemente se repetía.
Juan Carlos, mi hermano, aun mantiene esa táctica hasta nuestros días, jajaja
Feliz Cumpleaños!
2 Miradas :
me imagino que ahora no se queja, ¿no? porque de hacerlo, saldria su esposa a ahuyentar a las besuqueiras o quien sabe su hijita, las hijas son máas celosas que las mamis a veces jajajaja
@Necia jajajajaja si se queja le cae golpe
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